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miércoles, 5 de enero de 2011

DESPERTAR A LA REALIDAD

Uno de los principales objetivos de la publicidad es, sin ninguna duda, remarcar las cualidades de un producto o marca y ocultar sus defectos. En este sentido, se podría decir que la publicidad es el maquillaje de las marcas. Pero el maquillaje, como todos sabemos, es tan amado por unas (o unos, hoy en día) como temido por otros. Y es que, nos genera una especie de sentimiento de desconfianza, mientras que una pregunta se abre camino en nuestras mentes: ¿qué hay debajo?
Pues bien, con el discurso publicitario ocurre algo similar. Es imposible evitar preguntarse si lo que nos dicen, si toda esas florituras verbales y efectos visuales con los que adornan sus anuncios, no serán un simple engaño. Evidentemente, todo el mundo presupone que la imagen del producto se nos da mejorada y embellecida en publicidad, tal y como todo el mundo presupone que las personas se maquillan para mejorar su aspecto (aunque no siempre sea así). La clave, en ambos casos, reside en cuánta diferencia hay entre las espectativas levantadas, y lo que verdaderamente se ofrece. Si esta diferencia es leve, se conseguirá convencer de sus beneficios a más personas; pero el público no se sentirá engañado, porque podrá satisfacer sus necesidades de un modo similar al esperado. Por el contrario, si la diferencia es abismal, a la larga repercutirá negativamente en la promoción; dado que al ver la realidad, el público puede desencantarse, despertando así de la ilusión creada con un cierto disgusto (y no siempre hablamos en sentido figurado cuando hablamos de "despertar").
Aquí tienes un ejemplo de denuncia a la abismal diferencia existente entre ambas dimensiones (real e imaginaria) en los mundos de la publicidad y la imagen. Si alguna vez creíste en la belleza de las caras publicitarias, te advertimos de que este video también puede hacerte... despertar.



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