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jueves, 6 de enero de 2011

CUANDO LA HISTORIA CAMBIA



El periodismo ha evolucionado mucho a lo largo de su historia; tendiendo cada vez más a la estructura del relato. Hoy día, no se trata de actuar como transmisor totalmente puro entre un determinado suceso y un determinado público; sino que el objetivo se acerca más al concepto de construir una historia. Uno de los problemas que conlleva esto, que por lógica, afecta a todos los géneros periodísticos (incluída la entrevista), surje cuando la historia que se va a contar se ha decidido ya antes incluso de comenzar a trabajar. Este es un ejemplo perfecto.
El amigo Manu Redondo se dispone a darnos una imagen (la suya) del vasco rural asociada a la incultura, el nacionalismo sin causa, la fuerza bruta y la falta de sensibilidad; pero el señor Perurena le sorprende como un buen conocedor de su historia, con opiniones coherentes que en ningún caso se alejan del sentido común, la educación y la humildad. El desastre (porque la entrevista al completo, que aconsejo ver, es realmente desastrosa hasta el punto de acabar antes de tiempo y de malos modos) se consolida cuando el supuesto periodista se niega a aceptar el susodicho cambio en su planteamiento inicial. Una y otra vez trata de tender malintencionadas trampas a Perurena con preguntas que son más enunciativas que interpelativas, y una y otra vez Perurena las sortea con su saber estar, haciendo que el entrevistador se ponga en evidencia a sí mismo.
Técnicamente, la entrevista se estructura en un plano-contraplano que en ocasiones se abre o se cierra del primer plano al plano conjunto, dependiendo de quién habla y quién escucha; aunque en la entrevista completa se intercala algún plano general del parque con el que Perurena ha homenajeado a la piedra vasca. Y aunque la técnica no sea brillante, cumple con su cometido, al contrario que Manu Redondo quien, en su intento de provocar la risa del espectador, genera más bien rechazo.
Si a eso le sumamos una completa falta de documentación sobre la vida y logros del sujeto a entrevistar, unas carencias culturales que hacen que resulte ciertamente sorprendente que este periodista esté realmente titulado por alguna universidad, una risa nerviosa, una notable dificultad para pronunciar y unos erráticos movimientos de mirada que resultan cuanto menos sospechosos, tenemos la reencarnación del antiperiodismo que ha vuelto para provocar nuestra vergüenza ajena. Lamentable.

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